EL CAIMAN DORMIDO DE LAS RIBERAS DEL CASANARE, EL META Y EL ARIPORO

 Por: Felcer Dueñas Vallejo.

Cristóbal Colón (Cristoforo Colombo) en el año de 1.492 con la firma de las capitulaciones de Santa Fe, obtuvo de la reina Isabel de Castilla el apoyo y la autorización para emprender la empresa que lo llevó a lo que hoy conocemos como el descubrimiento de América; para lograr su cometido el genovés utilizó tres promesas que a la reina le interesaban: convertir al cristianismo a mucha gente, engrandecer sus tierras y conseguir muchas riquezas.

Bajo esas premisas se llevó a cabo toda la conquista del nuevo  mundo, los llanos de la Nueva Granada en plena conquista por 1.540 despertaron el interés nada más que del adelantado don Gonzalo Jiménez de quesada con el apoyo de su hermano Hernán Pérez de Quezada esto alimentado por la leyenda del Dorado y la búsqueda insaciable de oro y riquezas. Los llanos Venezolanos y gran parte de los llanos Casanareños bajo las capitulaciones de España con la Casa Welser (Banqueros Alemanes) desde 1.529 conquistaban la cuenca del Orinoco y sus principales afluentes remontando el Meta, Casanare y Pauto.

Posterior a esto la colonización se dio en Casanare de forma combinada, por un lado los encomenderos entre ellos tenemos a Adrián de Vargas fundador de Pore y Chire, de Alonzo Pérez de Guzmán fundador de Tame, pero a partir de 1.655 con la llegada de los Jesuitas a Casanare y el establecimiento de misiones con el mismo propósito de Colon, evangelizar, conseguir tierras y riquezas se reducía a los salvajes, a la civilización y la religión, se combinó la colonia entre las misiones jesuitas y los encomenderos civiles o seculares y fueron múltiples las diferencias entre estos.

Algunas etnias como los salivas y Achaguas eran agricultores y con ellos la fundación de haciendas y la vida sedentaria dio su rápido fruto, el florecimiento de haciendas que poblaron de ganados los pastizales que hasta entonces eran de dominio exclusivo de venados y chigüires, no obstante la gran resistencia se dio por parte de los belicosos indios Caribes de las riberas del Orinoco y los indisciplinados y eternamente libres indígenas Guahibos-Chiricoas de Casanare, que recorrían el cajón entre los ríos Casanare y Pauto en sentido norte-sur y desde el pie de monte hasta las riberas del Meta en sentido oriente-occidente.

A decir del padre Rivero los intentos fracasaban constantemente con el abandono de los naturales (Guahibos y Chiricoas) a las reducciones que no eran otra cosa que pequeños caseríos de palma y bareque con una iglesia de los mismos materiales y el establecimiento de cría de ganado y caballos sumado a una incipiente agricultura principalmente de maíz y yuca.

En este círculo vicioso y el intento vano se mantuvieron los misioneros jesuitas hasta su expulsión en 1.767 cuando los Guahibos-Chiricoas seguían dejando su eco entre palmares, ceibas y yopos escabulléndose en un tono burlesco y desconfiado a lo que ellos hoy todavía llaman el blanco. (los misioneros y encomenderos)

Los indígenas Casanareños participaron posterior a estos sucesos en la revolución indigenista y activamente para conformar el ejército libertador de 1.818 al llamado por Caudillo casanareño y gobernador Juan Nepomuceno Moreno principal aliado del General Santander.

En 1.858 se intenta la restauración de las misiones jesuitas en Casanare y con el apoyo del gobierno del Estado de Boyacá se devuelve a las misiones sus derechos, se instalan en noviembre de 1.859 en la población de Moreno los misioneros Redentoristas, Enrique María Tirino, Joaquín María Délia y Víctor Layodice y continua la misma dinámica y el espíritu rebelde de los guahibos que se resisten a la evangelización y el dominio cuando este se pretende realizar por métodos forzados.

Según el Antropólogo-Historiador Augusto J. Gómez L de 1.870 a 1.960 con motivo al impulso oficial de colonización de baldíos en Casanare se presentaron conflictos interétnicos y se llevó a una práctica de extermino de las etnias autóctonas por parte de colonos, fenómeno que se conoció como las guahibiadas denunciado también por la escritora Araucana Silvia Aponte en su libro Guahibiadas.

El establecimiento del resguardo indígena de Caño Mochuelo en Casanare en 1.974 por la  Resolución 031 de INCORA, estableció en cierta forma un límite al reducido territorio donde se encontraban arrinconados los aborígenes.

Desde ese momento tenemos el caimán dormido de las riberas de los ríos que allí confluyen el Casanare, el Meta y el Ariporo, este problema monumental que allí permanece aletargado sin duda es un monstruo feroz, ha movido sus parpados en varias ocasiones entre las que podemos citar  los problemas de salud de los pueblos indígenas que allí habitan, se mueve sin abrir los ojos por los problemas de seguridad alimentaria que allí pervive, pero sin duda los estornudos que constantemente agitan su asqueroso aliento se dan por el enfrentamiento entre indígenas y colonos que ha causado muerte de animales (vacunos) y lamentablemente el año anterior cobró la vida de un ciudadano de Paz de Ariporo que colinda con el resguardo indígena.

El problema es mucho mayor y trae como lastre ese enfrentamiento ancestral entre indígenas y blancos en razón que los métodos de esa interrelación se han conducido por caminos equivocados, incluyendo los métodos de evangelización y hoy de culturización; los encomenderos españoles creían en los métodos de autoridad, sometimiento y maltrato pero estos que nunca doblegaron al Guahibo, quien resentido y rebelde  busco venganza al menor descuido, vemos acciones como el asesinato del capitán Alonso Pérez de Guzmán fundador de Tame o el abandono total del pueblo primigenio Chiricoa de Ariporo fundado en el mismo sitio donde hoy se encuentra Paz de Ariporo

Escribe el padre Rivero en el siglo XVIII. “Tres Chiricoas Sikúanis, prevenidos con flechas de veneno para desfogar su rabia y estos barbaros no menos diestros que crueles, una tras otra le tiraron tres flechas que le clavaron una en el vientre, en el superior del brazo derecho otra y la tercera en la garganta que le atravesó de parte a parte con lo cual rindió la vida sin sacramentos (un hombre civilizado). Por otro lado en un episodio donde el capitán español Alonso Jiménez en 1606 aprovecha la celebración de la misa para masacrar indígenas matando mujeres hombres y niños sin piedad alguna, al respecto el P. Rivero afirma: “si esto lo hubiere ejecutado algún pagano ciego en las tinieblas del error, podría tal vez disculparse su extravió; pero ¿qué disculpa podía tener un crueldad tan maligna ejecutada por hombres nacidos y criados en el seno de la iglesia Católica? Un sin número de episodios de parte y parte se mencionan a lo largo de más de tres siglos de este cruel enfrentamiento entre seres humanos que jamás debe darse y ninguna razón debe considerarse valedera.

Desde un comienzo los misioneros descubrieron que el trato digno y amable era correspondido por los indígenas y señalaron que este debía ser el camino a seguir, pero desafortunadamente ha podido más la ambición humana.

“Las cualidades que debía tener un misionero bien preparado para el tamaño de la empresa entre otras se describió que necesitaba de un fogoso espíritu y religiosos procederes, amadores de la pobreza, celosos de almas, despreciadores del mundo, dados a la oración” y lo repitieron los misioneros de 1860 así: “los indios son dóciles y gratos. Pero con las violencias nada se consigue. Que si el gobierno quiere llevar a cabo esta empresa, debe adoptar también los medios convenientes para subvenir a las primeras necesidades de estos seres. Tales como alimentos y vestuarios” en  la misma época el señor “Pedro Barrios en la hacienda Caricabare o Caribabare reunió cincuenta Guahibos que por medio de estímulos de cariño y generosidad consiguió sacarlos del monte”

Si hoy no se toma en serio esta problemática el caimán despertará en cualquier momento trayendo graves consecuencias, hay personas que tienen sus predios de explotación ganadera extensiva colindando con el resguardo en los municipios de Paz de Ariporo, Hato Corozal y Cravo Norte, bajo la presunción de la buena fe de estos ganaderos y la legitima defensa de los territorios por parte de los aborígenes se sigue dando esta disputa con trágicos resultados sin que los gobierno municipales y departamentales intervengan con acciones de acompañamiento del tamaño de la problemática: hambre y abandono tanto a campesinos como a indígenas y nos seguimos escandalizando de la imagen colonial del indígena cargando al español a sus espaldas, pero en la gotera de nuestra casa el Guahibo muere de abandono y es arrinconado cada día en su resguardo, enfrentados campesinos e indígenas se matan hoy como hace tres siglos por el derecho a la tierra y a la comida, el último enfrentamiento se dio por unos cerdos y el resultado la muerte de un campesino, luto para una familia.

Por favor atendamos esta situación hoy que el caimán duerme, pero su sueño es liviano, no nos perdonaría mi Dios si una calamidad alimentaria o una situación de salud extinguiera por completo los indígenas que hoy todavía dejan sus huellas descalzas en las arenas del Casanare como lo hacen por milenios; más de 90 mil hectáreas de territorio del resguardo y del lado de Paz de Ariporo en el año 2.007 solo pastaba un caballo, ni una sola vaca y no existían más de veinte matas de yuca juntas. ¡Basta ya! Pensemos en la dignidad humana, desprendámonos del descubridor, del conquistador y del colonizador que solo pensaba en tierras y riquezas.

Que culpa tiene un campesino que heredó de sus padres un predio junto al resguardo o lo compro lícitamente pensando en progresar y vivir para verse hoy envuelto en un problema que nadie atiende. Es cierto también que existen todavía quienes desean aprovecharse de los recursos de nuestros indígenas, irrespetando sus linderos, instalando rancherías de pesca comercial en épocas de verano, contratistas del estado y autoridades indígenas que se asocian con gobernantes corruptos para despilfarrar los pocos recursos que les llegan; cómo es posible que políticos hoy se lamentan por que las mesas de votación de Caño Mochuelo se suspendieron y no realizan una sola gestión en favor de la dignidad de estos seres humanos que merecen todo nuestro respaldo, respeto y afecto, es deber que desde el Estado se lidere una acción efectiva para la sana convivencia interétnica, no sigamos llamado flojo y traicionero al indígena, cuando no conocemos a fondo su cosmogonía, me pregunto ¿Por qué el indígena no nos ve de frente? Quizás el soslayo de su mirada denota no tiene la hipocresía de ocultar su resentimiento, es un ser humano que observa sus pasado de forma rigurosa, tal vez lleva prendido al alma los sufrimientos de sus ancestros, las acciones de hoy quizás nos lleven a sembrar en la mente y el corazón de las futuras generaciones que por fin llegamos a aceptarlos tratarlos y quererlos como lo que son, seres humanos.

 

_______________________________

Bibliografía:

Informe PEC Resguardo Caño Mochuelo. U Nacional de Colombia 2007.

historia.nationalgeographic.com.es.

Analia Llorente BBC NEWS MUNDO 10 octubre 2020.

Silvia Aponte. Guahibiadas 1983.

Cuiviadas y Guahibiadas. AUGUSTO J. GOMEEZ L. WWW.bdigital.unal.edu.co

Álvaro Córdoba Chávez. Cartas del Casanare 1857-1863. Ediciones Scala. Bogotá 2009.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

¡AQUÍ ES MANARE!

LA MÚSICA EN EL CASANARE

GENTE DEL RÍO ARIPORO (AITOWA MENE PIWI)